Nos perdimos en el mundo tecnológico y olvidamos lo más preciado que tenemos: el contacto humano, el “face to face” como dijo aquella miss.
Es lamentable, y así lo considero, que se le dé
más importancia los aparatos electrónicos que a la misma familia. Padres que no
le dedican ni un minuto a sus hijos sino que los dejan “jugar” todo el día con
la computadora, no sabiendo el daño que eso les hace.
Recuerdo muy bien que cuando yo estaba
carajito no existía eso del Facebook, Twitter, Instagram, ¡No! La tecnología
era un “mensajito” de texto, y eso era una cuestión como que lo mejor del
mundo.
Existía el Atari, sin embargo nosotros, los
niños, le dábamos más importancia a las pichas (metras), trompos y papagayos
(voladores). Todas las tardes, en vez de estar en un cyber dañando nuestro
cerebro con los benditos juegos en línea, nos íbamos a casa de algún vecino a “matar
la partida”.
Ahora bien, en las noches lo que se jugaba
era “poti-poti” o “castillito”, eso era vida, ¡Verdadera vida! Ya a las 9 de la
noche, todos estaban en sus casas durmiendo. ¿Quedarse en la calle hasta las 11
de la noche? Eso era una pela segura y
un castigo que incluía limpiar el fondo de la casa por una semana y si uno
decía algo, era peor.
¿Qué
cambió?
Muchos le echan la culpa a la televisión, a
la educación y al Gobierno, ¡Qué idiotas! El ser humano empieza a formarse
desde el hogar. Si un niño llega a su casa con algo que no le pertenece usted,
como padre responsable, debe hacer que le diga de dónde proviene ese objeto
para devolverlo, jamás debe apañarle esas malas costumbres.
La escuela lo que hace es enseñar, educar y
mostrarle el camino al niño para que sea un profesional exitoso. Los valores
morales los inculca la familia. No les eche usted la culpa a los maestros si su
infante es irrespetuoso. El Gobierno tampoco tiene que ver en esto, y lo digo
muy en serio.
La televisión no tiene la culpa, es solo un
aparato. Los culpables son los que permiten que allí pasen todo tipo de
porquerías que incitan, indudablemente, al joven, niño o adolescente, a cometer
actos (vandálicos y lascivos) que van en contra de la moral y las buenas
costumbres.
¿Cómo
contrarrestar esto?
Compartiendo con sus hijos. Esa es la única
recomendación. Yo, casi todas las tardes, llevo a mi hijo de tres años al
estadio a que vuele el “papagayo”, incluso cuando no es temporada de voladores; también lo pongo a jugar fútbol y estando
allá lo voy educando, enseñándole que debe compartir con los demás niños el
balón porque el juego es en colectivo, no individual.
Nos hemos concentrado tanto en la tecnología que olvidamos por completo aquellos juegos que de pequeños hacíamos.— Zaid Álvarez 🌱 (@ZaidAlvarez7) 19 de abril de 2019
¿Qué nos pasó?
Rescatemos esas tradiciones y costumbres para que siempre estén presente en nuestros hijos.#FestivalRecreativo2019 pic.twitter.com/jicmjy4xaA
¿Saben lo bonito que es enseñarle a un infante
a hacer un volador? Yo sí, y la emoción que siento al hacerlo en inmensa. Me quedan
mirando como diciendo: “eso es lo más impresionante que he visto”, y me
preguntan para qué es cada componente del mismo. Me toca explicarle y a medida
que va pasando el tiempo ellos, o él, se van interesando más por ese juego
tradicional, al punto que ya no es uno solo que se anima a ir, sino cinco o
seis niños.
Hagamos más por nuestra familia, por nuestros
hijos. Desconéctale la computadora, apágale el televisor y enciéndele la vida
para que ellos (as) vean que hay un mundo más allá de un aparato de esos.
Twitter: @ZaidAlvarez7
Instagram: @ZaidAlvarez7
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¡Dios los bendiga!
Volvamos al campo, donde se cultiva la
vida.